martes, 10 de mayo de 2011

Pau Gasol y los límites del pensamiento Zen. Y un poquito de guerrilla contra autogestión.

Dashiell, por fin vamos a tratar en este blog cosas verdaderamente importantes: baloncesto (¡es más, baloncesto yanki!).

En los playoffs de la conferencia Oeste, los Lákers de Kobe Brayant y Pau Gasol han caído en semifinales. Los vigentes campeones de la EnBiEi han caído por 4-0 contra los Dallas Mavericks de Jason Kid, Dirk Nowitzki y Jason Terry en un último partido que los medios de comunicación califican de humillante. La consecuencia directa ha sido la retirada (ya anunciada) por la puerta de atrás, su entrenador, el que ha conseguido más títulos (11) en los banquillos, el que llevó a los Bulls de Jordan a la gloria (y lo convirtió en una marca), y reflotó a los Lakers. Ahora, humillado, recibe todo tipo de críticas.

Pero, justo ahora que muchos engordan las deficiencias de actitud y juego de los Lakers en general, y la incapacidad de Jackson en particular, vamos a hablar de sus éxitos.

Phil Jackson, como jugador, era un tipo inteligente, pero muy limitado física y técnicamente. Brazos largos y agilidad, pero sin un gran tiro. Sabía moverse muy bien por los espacios, pero no estaba preparado para la gloria. De hecho, su equipo (los Knicks) consiguieron un título justo el año que no pudo jugar por una operación. De cualquier forma, siempre fue un tipo importante, ese tipo de inteligencia que organiza bien las individualidades, que sabe moverse con ellas... y todo esto lo explotaría como entrenador. Más tarde, seguidor de la filosofía Zen, era el motivador perfecto del sistema ofensivo que había actualizado su segundo para un equipo que ya era ganador, pero aún no legendario: los Bulls de Jordan.

Estos días marcan el final del éxito del sistema que organizaba Jackson, pero que merece más justicia que los tomates que hoy por hoy todos tiran al actor en escena. Con el nombre de "Triángulo ofensivo", los equipos de Jacson jugaban una serie de variantes ofensivas que se habían convertido en mística. Se dice que, juntas, todas las tácticas entran en un libro que dejaría a la Biblia a la altura de un folleto del El Corte Inglés. Se dice que es tan complejo que nadie lo conoce realmente. Se dice que... Es una religión. Nació en una familia cuyo padre y madre eran ministros de la Asamblea de Dios de los pentecostales, su formación posterior en el Zen, su tremendo autocontrol, han hecho de Jackson un tipo raro, pero místico y todo sumado a ese misterioso libro de las tácticas del triángulo ofensivo.

Estoy convencido de que es cierto que el trinángulo ofensivo es algo muy complejo, pero también lo estoy de que no es ese el secreto de su éxito. Unas tácticas muy complejas, muy normativizantes: tú te colocas aquí, bloqueas al bicho grande, te acercas a canasta, el otro bloquea aquí, etc... todos esos sistemas que configuran los estudiosos del baloncesto tienen siempre un problema: no son ellos los que lo llevan a la cancha, sino los jugadores. Se ha hablado mucho de las limitaciones intelectuales de esos ballenatos de músculo, incapaces de cumplir adecuadamente las órdenes, pero ese no es el verdadero problema.

Si decimos que 1973 marca un salto en el desarrollo productivo de las sociedades gobernadas por y para el Capital: el posfordismo que, entre otras cosas, supone la deslocalización y fragmentación de las grandes cadenas productivas en otras más pequeñas con más capacidad de maniobra, lo que había ocurrido es que esto no había llegado realmente al baloncesto. Es decir, lo que realmente aportan los equipos de Phil Jackson es que sus sistemas de juego pueden ser interiorizados por los jugadores (igual que la competencia del capitalismo es interiorizada por el trabajador posfordista), porque serán muy complejos si miras movimiento por movimiento, pero si la comprendes y la interiorizas, no necesitas memorizarla. ¿Cuál es esa lógica? Pues exactamente la misma que la del posfordismo: todo el mundo todo el tiempo tiene que estar trabajando para crear ventajas.

Si los europeos hemos podido decir algo de los yankis en el basket es que nuestro baloncesto es mejor... Sí, sí, ellos ganan las medallas de oro, se llevan el dinero de los patrocinadores y a nuestras estrellas, y aún así, Second World War de por medio, decimos que nuestro baloncesto es mejor que su basket. ¿Por qué? Bueno, la raíz psicológica y política es más compleja de lo que parece, pero como todo en la vida, puede entenderse mejor si pensamos en cómo sucedían las cosas en el patio del colegio. Hay dos tipos de jugadores: los chupones y los no chupones. Por supuesto, todo esto puede estudiarse más: están los chupones desastres que pierden el balón, los que solucionan y meten puntos, los que no chupan pero les gustaría, los que no chupan el balón pero chupan otras cosas... Pero lo que está claro es que en Europa (Revolución Francesa mediante) los chupones están muy mal vistos, y en la NBA son el entretenimiento fundamental (Nike, diosa de la victoria y de la esclavitud infantil en la República Popular China, mediante), y de ahí que los europeos digamos que nuestro baloncesto es más colectivo y gaitas por el estilo.

La religión que hay detrás (o delante) del triángulo ofensivo parte precisamente de esto, y no es casual que, precisamente, todos los equipos ganadores de Jackson hayan contado con el mejor jugador europeo del momento ("Cocodrilo Dundee" Luc Longley -que era australiano, es decir, europeo a estos efectos-, Toni Kukoc en los Bulls, Pau Gasol en los Lakers). Todo triángulo isósceles tiene su punta de lanza y esta es la religión Zen del basket: la punta de lanza no es el escolta chupón del equipo que se tira hasta las zapatillas, sino un desgarbado y blancucho, que viene allende los mares y recibe la pelota en posiciones de mucha amenaza pero está bien educadito para, recibiendo cerca de la canasta, pasarla a los cortes de los compañeros. Haciendo huecos, en un sistema de un dinamismo crucial, se mueven los otros tres jugadores, uno de ellos comparte triángulo con el blanquito y el chupón, y los otros dos tienen como punta de lanza también al mismo blanquito. Es decir: amenaza permanente, muy fácil de interiorizar por los jugadores, en los que su protagonismo personal queda maximizado: el chuponcete escolta va a meter más puntos porque sus defensores no pueden hacer muchas ayudas, y los otros también porque sus movimientos son más eficaces.

Un sistema pensado para que todos puedan tener en la cabeza la globalidad del equipo, la particularidad de su misión, y adaptarse permantentemente generando máxima amenaza a la vez, aún cuando el balón sólo lo tiene uno.

Y todo esto, sin la filosofía del maestro Zen, sería imposible hacerlo fluir en la nube de egos de la plantilla. Precisamente, porque en ningún momento pretendió minusvalorar el ego individual, sino ofrecerles la posibilidad de llevarlos al máximo. De hecho, al tontolaba de Kobe Bryant le costó entender esta parte, y estuvo en guerra con Jackson al principio, hasta que se reconciliaron cuando la "Mamba Negra" comprendió: "Este tío (Phil Jackson) es el más competitivo que he conocido jamás". Lo más cercano que una estrella forrada de billetes puede estar de la táctica guerrillera o de la autogestión, dos ideales muy dispares, hasta totalmente contrarios, pero que
la religión de la tolerancia y la psicología positiva pueden llegar a confundir.

Y, entonces... ¿Qué ha pasado si todo iba tan bien? Pues que Pau la cagó. Sí, podemos decir que lo han machacado, que ha jugado muchos minutos y que estaba cansado... Pero los últimos partidos de Gasol fueron una mierda. Si el blanquito se descentra, esto no funciona. Ese es el que nunca puede irse: se le perdona todo, que no anote mucho, que se le escapen algunos en defensa, pero no te puedes descentrar. De hecho, como ratas en un barco que se hundía, desde Jackson a Kobe o el jovenzuelo Bynum, han aprovechado esto para echarle la culpa de todo al catalán orgulloso de ser español. Y ha calado. Y la gente se lo cree. Y el empirismo lo dice todo: tiene los peores números en playoffs de su carrera. Y la gente comprende que Jackson dejara de lado el Zen para echarle una reprimenda, con empujón incluido. Y el otro, y el de la moto...

Jackson se va, y ya no habrá triángulo ofensivo, y ya nadie quiere un blanquito que la pase, y traerán a un bicharraco que se llama Dwight Howard, que es gilipollas pero gracioso porque pone caritas cuando hace abdominales, le encanta a los chinos, y tiene la masa muscular de todos los porteros de discoteca de Granada capital.

Pero... ¿por qué? Si la causa es el descentramiento, ¿por qué se le fue el pistón al icono del baloncesto español?

Echemos la vista unos partidos atrás. Gasol se había convertido en una estrella oficial: salió en un episodio de CSI, programas de televisión, y su rollete ONG y el hablar inglés mejor que cualquier negrote de barrio hinchado a billetes le convertía en el yerno perfecto. Los medios de comunicación dieron personalidad a Pau, se convirtió en un personaje, es decir, alguien con voz, con opinión, algo que jamás ocurrión con Longley, y menos con Kukoc (más listo que ninguno, pero que había decidido que él jugaba por diversión, así que lo demás no le importaba). Tenía opinión y la cagó... porque la dio.

Todo iba bien, es cierto que los Lakers tenían sus baches esta temporada, pero nada especialmente preocupante, también lo tenían los Heat con una plantilla gigante... Hasta que el bueno de Pau dijo (en su web, ¡¡¡en su web!!!), después del partido contra el otro aspirante al título, los céltics: "El Lakers-Celtics de ayer fue un Kobe Bryant-Celtics".


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOO!!!!!!!!!!


Pau, mi niño, ¿cómo dices eso? Pero si todo el mundo lo sabe, si Kobe Bryant podría hacer anuncios de Chupa-chups en vez de anuncios de zapatillas, ¿por qué lo has dicho?, ¿quién te crees tú para decir algo así? Bryant ha sido así siempre, y a veces salió bien y a veces salió mal... pero esa es la verdad oculta que lo desmontaba todo. Un pequeño comentario en su página web metió el dedo en la yaga, y Bryant respondió: "Gasol es un cisne blanco, necesitamos un cisne negro", es decir, que sea más contundente... Todo el mundo olvidó a aquel primer Pau de los Lakers que escuchaba atentamente a Bryant y aprendiá de él, aquella parejita perfecta que se entendía con la mirada.

Estaba rota. La asociación fundamental del triángulo ofensivo estaba rota, y daba igual que se colocaran en las mismas posiciones, que siguieran las mismas normas que antes, la religión ya no funcionaba. Gasol se dio cuenta y salió a la palestra diciendo que si seguían echándose cosas en cara no avanzarían. Y tenía razón, pero ya no importaba. El talón de aquiles del sistema ofensivo milimétricamente calculado para que los jugadores hicieran lo que tenían que hacer pensando que era lo que querían hacer, radicaba en que nadie tocara el narcisismo de nadie. Una tensión oculta por el buenrollismo Zen, la religión que permitía que nadie dijera lo que no podía ser nombrado. Pero Pau lo hizo, y ahora seguro que se deshacen de él.

Contra los Dallas, recibieron de su propia medicina: un planteamiento táctico muy sencillo: francotiradores desde la línea de 3. En el tercer partido, el símbolo del ridículo. Kobe amagó un tiro, Pau miró al aro esperando un más que posible rebote (los porcentajes de Bryant estaban muy por debajo del 50%) y lo que recibió fue un pase de este, que le dio en la espalda. Ridículo. En el cuarto, desapareció. Y en el holocausto generalizado, en el sálvese quien pueda, Lamar Odom y Bynum son expulsados por faltas flagrantes (que ponen en peligro la integridad del rival), sin embargo, esto, junto a los puteos que le echó Jackson, demuestran que ellos tienen "sangre en las venas". Pero Pau no: no podían ganar y no ganó, pero no hizo nada extrambótico, ningún signo de desesperación, lo cual es algo aún más grave para el público.

Los Lakers volverán al músculo. Cambiarán a Pau por Howard, y el catalán tendrá que adaptarse a un nuevo rol que seguro que será difícil para él. Si va a Orlando, le pedirán que anote, pero él no ha trabajado el tiro, sino el pase, y no tiene físico para rebotear y defender... Es muy posible que esté acabado si no se las apaña de otra manera. Aunque sí es seguro que le bajarán algunos ceros en el contrato.

Moraleja: el capitalismo, niños y niñas, puede articular perfectamente lo colectivo y, de hecho, eso le beneficia, pero siempre, siempre tendrá un talón de aquiles. Toda formación social la tiene. En este caso, siempre hay algo que no puede decirse.

Los Lakers (y el posfordismo) tomaban de la autogestión el que todos tenían que ponerse a currar, si no, no salía. Pero de la guerrilla tomaba su opuesto: importa más la simulación de que protagonizamos el proceso juntos a que lo protagonicemos realmente. No es casual que la guerrilla, como los Lakers, requieran de líderes. El Zen permitía conjugar el narcisismo rampante con la amenaza constante. La guerrilla permite combinar la apariencia de que luchamos por los trabajadores (les representamos), con que sólo un grupo encabeza el proceso ("Yes (only) we can").

Es en el doble juego, donde se pierde la autogestión y donde aparece la vulnerabilidad. Sólo un grupo que camina con la autogestión en el horizonte pone a todos a trabajar y a crecer realmente juntos, aprendiendo de los obstáculos y no encubriéndolos. La historia del movimiento obrero reciente está marcada por la imposibilidad de articular las diferentes formas de trabajo, en concreto el intelectual: o lo hemos rechazado y nos entregamos al activismo, o el intelectualismo domina el movimiento. En ambos casos, es necesario un encubrimiento, un buen rollete Zen, una mística, una forma de vivir el proceso que nos impida apropiarnos realmente de él.

Esto es lo que nunca podrán hacer los Lakers. Esta es la práctica que el sistema sólo puede tomar como apariencia y que, en nuestra historia, sólo el movimiento obrero ha conseguido, y que hemos de recuperar.

Pau estudiaba medicina, le enseñaron a pensar. A pensar demasiado, a aprender demasiado rápido, para un laker. Igual que a los trabajadores que criticaban dentro de sus partidos o sindicatos y eran expulsados o marginados, o... La apariencia de que aquí todos protagonizamos el ataque del equipo, y todos pensamos, queda expuesta en cuanto alguien lo hace realmente. Es en ese momento en el que el grupo ha de reubicarse respecto a la realidad, restablecer el diálogo que tiene con ella. Los Lakers lo harán, ficharán a otros chavales y volverán al paradigma fordista de comprar músculos más caros pero obedientes: más publicidad, más millones, más cheerleaders en la cabeza. Los partidos comunistas no lo han hecho (¿o sí?): purgaban, y sustituían a los militantes con voz por otros más jóvenes, más dóciles. Máquina de quemar personas. Pau en Orlando, los compañeros en sus casas...

Pero, por ahora, nosotros decimos que continuaremos.

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