lunes, 2 de febrero de 2009

ex-Comunistas.

- Uno no se cura de nada en esta vida, amigo mío. - Responde Gabriel Albiac a un entrevistador que, moviéndose a cámara lenta como si navegara sobre el tiempo y el espacio, le ha preguntado si aún está atrapado en esa enfermedad conocida vulgarmente como "marxismo".

http://www.youtube.com/watch?v=gyOK2BC72KU



El programa se llama Contemporáneos, es de la cadena Libertad Digital y revisa la personalidad de diferentes héroes para el pensamiento liberal español de hoy día, que van desfilando mostrando, hasta donde el pudor correctamente entendido lo permite, su intimidad y biografía: es decir, hasta un elegante sofá de la sala de estar, o la poblada biblioteca de un piso abuhardillado del centro de Madrid.

Le tocó a Gabriel Albiac, que en los últimos años ha sufrido un "giro" (así lo denomina la wikipedia) que le ha hecho dejar de ser amigo de Felix Guattari y Toni Negri, para serlo de Federico Jiménez los Santos. No es un caso aislado, pues lo más sólido del pensamiento y propaganda pro sistema hoy día en nuestro país viene de las filas de los ex, incluyendo al propio Jiménez los Santos.



Sin embargo, me pregunto si son "traidores". Para ser traidor, hay que serlo respecto de "algo".
Al respecto de este tema, Dashiell, te comento de forma clara e inequívoca: mi madre es la más guapa de toda la red Indymedia. Y mi padre también, si no se me pareciera tanto. La traición es un lujo que sólo pueden permitirse las élites.

Las élites pueden dedicar lo que les quede de respiración a publicar ensayos como "El biopoder en el L. casei inmunitas", o "Dormir es mi experiencia de horizontalidad organizativa preferida", pero hay quien no. Los "giros" son posibles para algunos, pero no caben entre ceja y ceja para otros. Sí, Dashiell, esta carta será otro post aburridísimo hiperlargo en el que me consuelo a mí mismo en el viejo combate base vs. dirección.

La opción de traicionar, de despegarte, y de hacerlo de forma natural, como una "evolución del pensamiento" es propio de quien no tiene unido su pensamiento a la vida. Señor Hammet, usted sabe usar armas cortas de fuego, y le pido que las use si lo viese necesario, o que mande a David Molinilla si su función de amigo imaginario a mis 28 años no le permite ejecutarme con contundencia. David lo hará sin dudar, o en eso confío. Y la razón por la que le pido que sentencie contra mí es que, desde luego, yo puedo hacer despegar cual defectuoso aeroplano español mi pensamiento de mi vida, y quiero tranquilizar mi conciencia sabiendo que hay quien, llegado el momento, me ajustará las cuentas. Yo me puedo dejar llevar a la élite. Muchos (iba a decir todos, pero no es cierto, no todos) podemos.

Ya hicimos referencia al libro recientemente establecido por A. A. Coterillo "Pequeño panteón portátil". En él, se hace una semblanza de diferentes filósofos, desde una superficialidad declarada, y complaciente: grandes hombres de pensamiento que compartieron sillón académico y trifulcas sesentaiochescas contra un joven que ya era anciano entonces (igual de joven que es ahora ya anciano) conocido como Alain Badiou. A todos les da permiso de "descanse en paz", a todos... pero este post pasará a la historia de los post que no pasan a la historia como el post que peor utilizó la expresión "todos". Porque, hacia casi la mitad del libro, abre un paréntesis entre tanto buen rollo de funeral, cambia totalmente de lenguaje, se convierte en pesado, en cuidadoso, buscando el rigor, a la pesadez de la filosofía erudita, a las parrafadas y al comentario. Entre otros dos muertos, da igual quienes, Badiou sitúa a Louis Althusser.

Alain Badiou, incapaz de reconciliarse en vida con muchos, lo hace con todos en la tumba. Con todos, menos con uno. Ni una sola componenda de funeral, a Althusser no lo trata como a un muerto. El viejo Badiou se despide, de alguna manera, despidiendo, sí, a todos, menos a uno. Al único no muerto de ellos.

Althusser se significó como aquel que sí se mantuvo en el PCF (siendo el que más claramente lo radiografió), aquel que recuperó a Lenin para la filosofía (!¡), se declaró marxista-leninista, aún se posicionó con los marxistas de la oposición en los países socialistas y, después, renunció a todo menos a Mary Burns, saltó, aparentemente, de aquí para allá, como psicótico merecido, eso quisieron hacernos ver. A ese muerto es al que, el último vivo, Badiou, se niega a honrrarle el funeral. Aún quedan cuentas que ajustar con Louis Althusser para dar paso a las palabras bonitas. El affaire Althusser no está cerrado.

Y yo amo a Alain Badiou por ello.

La paz interior de los viejos. Recuerdo a mi abuelo Ricardo así. Pelo cano, y sonrisa. Manos gruesas por el trabajo, y movimientos apacibles, como si pudiera realmente dar por completo cada gesto. Sí. Y, así, el fantasma, su fantasma, que también es el fantasma de este país, el que los libros de historia reflejan como 1936-1939, gritaba en su interior. A veces oscuro, otras veces salvaje-muerde-labios, la plenitud no está reñida con el conflicto. Al contrario, el conflicto permite la plenitud, y ésta es sólo una forma definitiva de abordar aquel. Badiou, el "filósofo", es también el "abuelo" en ese sentido. Y como viejo, mira al mundo y trata a Althusser no como un hombre (cualquiera puede amar al hombre si no es necio del todo), sino como un texto.

Albiac, sin embargo, sí le trata (a Althusser), en la entrevista a la que hicimos referencia al principio, como un muerto.

Sí, algunos tienen la posibilidad de seguir leyendo, de compartir debates, de que la perfecta lógica académica marque sus derroteros intelectuales, y que los planes de estudios de algún departamento de filosofía lo sufran.

Louis Althusser tiene unas líneas, que pueden leerse en "Marx dentro de sus límites" que se titulan "El marxismo es interior al movimiento obrero". En ellas, junto con su librito (mucho anterior: es absurda la distinción entre los 2 Althusser, fórmula con la que se le hace pagar, injustamente, su distinción de 2 Marx, pues la posición militante enhebra todos sus textos desde el principio hasta el final) "La revolución teórica de Marx", nos cuenta la historia de un joven intelectual que, al integrarse en el movimiento obrero, dejó de ser un intelectual al servicio de los debates filosóficos de su tiempo, para que apareciera el marxismo. Es decir, al principio, tenemos al buen Karl Marx, un filósofo, recien salido de la universidad y que hace honor a ella, debatiendo con Hegel, Feuerbach, etc. Son los tiempos de la viejita que recoge leña en el valle del Mosela. Después tendremos a este sujeto, que introducido en los grupos revolucionarios del París de por entonces, relación "formalizada" con la redacción, junto a Engels, del "Manifiesto Comunista" en 1848. Para entonces, Marx dejará de ser un sujeto cuyo pensamiento sobrevuela el mundo, sino que se integra en él del lado de quienes luchan por revolucionarlo. Sitúa Althusser aquí el comienzo del marxismo (y por tanto, es interno al movimiento obrero), pues Marx ya no es un "pensador", sino que su posición activa es la que marca la evolución de su pensamiento, sus peleas a ostias y sus encuentros. El marxismo aparece cuando la obra de Marx deja de pertenecer al propio Marx. Y todo esto es situado en la obra de Althusser, y lanzado hacia los militantes comunistas, que recibían a Karl Marx como un catecismo, como algo terminado. El filósofo Althusser habla de epistemología: hasta que no desapareció (o entró en crisis) el pensador que volaba "libre", no teníamos más que a un joven filósofo, más o menos original, pero que, al fin y al cabo, sólo repetía el esquema ideológico del pensamiento académico de su tiempo. Porque una persona llamada Karl Marx renunció a esa posición, y se integró en la materialidad, en lo concreto, en el universo "restringido" del movimiento obrero, no pudo "ver" más allá de los paradigmas de la filosofía de la que provenía. Marx es apenas un comienzo, pero también es un ejemplo. Marx dejó de volar libre para bregar pesadamente por un extenso desierto, en le que cualquier evolución, cualquier proposición, no vale.

Althusser va a superar, de la forma más sencilla posible, todo el debate abierto hasta el momento, respecto a la posición de los comunistas respecto al movimiento obrero: autonomía, vanguardismo, antisindicalismo, anarcosindicalismo, etc. Sólo formar parte de él. Formar parte de su lucha. El movimiento obrero existe antes que los filósofos marxistas, antes que las organizaciones revolucionarias o reformistas, antes que cualquier interpretación, más o menos fundamentada. El movimiento obrero existe porque existen personas, seres humanos, bajo las relaciones de explotación y dominio, relaciones que son de Capital-Estado, que construyen su vida. El movimiento obrero existe porque has aborrecido la "música" de tu despertador, por el desfile de caras desgastadas del que participas tras cada jornada volviendo a casa, porque esas caras existen, y porque se encuentran. Y porque ese encuentro existe, todo lo que atrapa no tiene otra que redefinirse. El marxismo es una consecuencia más del movimiento obrero, es su folleteo con una filosofía.

Volviendo a atrás, sólo algunos pueden permitirse sus "giros" de pensamiento. Implica que pueden despegarse, subir al ático, y permitir que todo les cuadre. Quedarse con la amistad y la libertad. Es la filosofía de huir del encuentro, de maquillar la huida, y, desde luego, puede hacerse en nombre del marxismo, por supuestísisisisisimo, de hecho, si se hace en base a una supuesta lógica interna del marxismo. De hecho, este es el método más eficaz: desaparecer del encuentro en nombre del rigor marxista.

Y, en este panorama, ¿puede sencillamente hablarse de ex-comunistas? ¿es el comunismo el punto de referencia desde el que medimos las distancias, lo lejos que se han ido los compañeros, o cómo se han acercado, o..., o no los compañeros, sino nosotros, y de ayer para hoy?

La dificultad para simbolizar nuestra angustia lleva a la depresión, la personalización de dicha angustia, su psicologización, impidiéndonos ver cuánto de político hay en ella, y cuánto de posibilidad activa para atajar sus causas tenemos en nuestras manos y las de nuestros compañeros. Creo que muchos hemos utilizado en el pasado, o seguimos haciéndolo en el presente, al comunismo como un placebo para pasar por encima de esa angustia, de esa dificultad para simbolizarla. De la expresión "yo soy comunista", pronunciada hoy en día, hay mucho de "aún mucho se puede hacer", sin duda, pero también hay mucho de miedo a plantearse lo que el viejo-joven Badiou situó en "De un desastre oscuro": qué más da que las ratas se hayan apoderado de la palabra, el punto de discusión no está en el Comunismo, está en un lugar completamente otro, pues estamos ante "el fin de la verdad de Estado".

La angustia de poder explicar el ciclo completo, en su forma ampliada, del Capital, y no ser capaz de hacer nada, absolutamente nada, con la cara que me mira, de frente, en el Metro, o a mi lado en la parada de bus, o al otro lado de un apretón de manos, o ante un beso de alguien que no conoces, o el beso de alguien a quien sí conoces, o alguien a quien intuyes que amas, o alguien que sabes que amas. O alguien de quien no querrías volver a separarte jamás, y sin embargo, no puedes evitarlo, ni decírselo.

"Hombres es lo que sois", cuando Bill Quint amaba a Dinah Brand.

En resumen (atrevida palabra ante semejante amalgama), salgamos al encuentro de los hechos. Subamos al "tren en marcha", afrontemos los hechos por sí mismos, nuestra incapacidad ante ellos. Empecemos por los pasos pequeños, dejémonos hacer por la materialidad de las cosas, que la teoría no sea un prejuicio. Luchemos y fracasemos primero, aprendamos, construyamos, a pasitos, nuestra estrategia, que de ahí salga, de forma natural, nuestra teoría y nuestra organización. Todo aparato, que pretenda justificarse a sí mismo, pertenece al Estado. Militar en la realidad, asumir cada uno de sus retos, cada uno de ellos, sin imponerle nuestras premisas, sin utilizarla para demostrar nuestras tesis. Y, en ella, encontrarla. Todo aparato que pretenda justificarse por sí mismo, sea horizontal o vertical, pertenece al Estado. Todo aparato, teórico u organizativo, que exista como a priori, que sea dado, niega la liberación del encuentro. Todo aparato de Estado es una máquina de fantasmas. Lenguajes fantasmas, militantes fantasmas, colectivos fantasmas... Si el rigor intelectual es lo que te lleva al marxismo, ese rigor te llevará a donde tenga que llevarte, como siempre, al rigor mortis. Sé fiel a cosas pequeñas que puedas descubrir por primera vez. Hammet, fidelidad a las pistas, a los hechos. Todo aparato que separa de lo pequeño, de lo cotidiano, que pretende obviarlo para afrontar sólo lo global, es una trampa para aprendices de pajarraco.

Nenas, es el momento de liarla. Despacito, paso a paso, desde la materialidad, para hacer explotar los acontecimientos.

Es el momento de.

2 comentarios:

  1. Me llama la atención el gesto afectado de Albiac. ¿Para quién actúa?

    Nada que ver con la mamá más guapa de indymedia. Deja un enlace, hombre, no seas tímido.

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Este es el blog "Cartas a Dashiell"