viernes, 20 de febrero de 2009

Charlie Babbit y la clase obrera: de "El taxista ful" a "Rain Man".

En "El taxista ful", José Rovira se ha metido en líos. No tiene dinero para mantener a su mujer y a su hijo, no tiene trabajo, así que se dedica a tomar una herramienta el tiempo que no se usa: los taxis. Dice que, cuando puede, deja, al devolver el taxi, también algo de dinero por los gastos...

"Esta sociedad, para vivir en ella, exige un comportamiento adecuado, pero te ofrece una seguridad. Eso... mentira podrida. Te exige un comportamiento adecuado y no te da nada".

Al parecer, Marc entra en la vida de José, aunque no sabemos muy bien cómo. Marc es un guapo treinteañero de precisa dicción, pose apolínea y algunas entradas, una frente despejada y gestos de intelectual pero de los que no te importaría que te hiciera un apañito, de los que el trabajo de mesa no le ha vencido los hombros hacia delante. No queda muy definido el colectivo en el que está organizado, sí sabemos que okupa y que milita en alguna forma, teoría o movimiento tipo estoy-de-vuelta, y nos referimos con ello a afirmaciones del tipo: "una transformación de la sociedad, nosotros no la queremos, ni, posiblemente, se pueda dar en el sentido que queremos, por eso nosotros muchas veces decimos que ya..., que no se puede hacer nada, pero cuando se admite que no se puede hacer nada, entonces se abre un camino...". Esta frase no es del propio Marc, es de un compañero mayor que él, pero me parece definitoria.

Marc y Jose son muy diferentes. Edades diferentes, formación diferente y hasta una lengua diferente. La amistad que se establece entre ambos tiene un origen incierto, ya hemos dicho que no sabemos cómo o por qué Marc llama un día a la puerta de José, pero lo que está claro es que la relación entre ambos es uno de los centros de la película. El colectivo de Marc da asistencia legal a José, que tiene que enfrentarse a la justicia no ya por faltas, como anteriormente, sino acusado ahora de un delito. Se pide cárcel para él. Sale condenado a ingresar en un psiquiátrico (interesante resultado, una vez que se ha seguido una "línea política de defensa", es decir, presentar a José ante los tribunales como un delincuente político, alguien que se ha enfrentado al sistema "no al sistema de los taxis de Barcelona", se aclara, "si no al Sistema, con mayúsculas"). Es necesario aclarar que "El taxista ful" no es un documental, sino un falso documental. Ignoro qué base real tiene, pero sí que podemos decir que se trata de actores aunque, de alguna manera, se juegue a que se representan a sí mismos: un detalle por ejemplo, sus nombres en la película es su nombre real, y pertenecen a un colectivo (Espai en blanc) que es tal cual el de la propia peli. Sin embargo, sabemos que se trata de actores profesionales. Dirás, oh!¡ qué descubrimiento!¡, bueno, sólo digo que la primera vez que la vi yo me creí que, al menos José se interpretaba a sí mismo. Este docu fue un poquito como descubrir a los 28 que los reyes magos no eran los padres:

http://www.youtube.com/watch?v=nV24jYRsj5w

Es por su relación con Marc, que José comienza una aventura con y por el pensamiento de Marc y sus compañeros. Su mujer le ha dejado y se ha llevado a su hijo a Madrid, en su casa le busca la autoridad, y no tiene, por tanto, donde ni cómo vivir. Así que se presenta en casa de Marc. Marc trata de endosárselo a un amigo, que tiene un niño muy majete y enganchado a videojugos educativos (vamos, que de mayor será un figurín: fornido como su padre, que es culto y albañil, y sensible e instruido, al contrario que el hijo de José, que sale a lo kinki con orgullo de padre guerrillero). El amigo no cede porque, dice, "a veces me gusta estar solo", con lo cual la peli ha despachado todas las dificultades que un señor pueda tener para alojar en su casa a otro señor.

Así que se llevan a regañadientes al José a la casa okupa, porque el Marc no puede tenerlo en su propia casa, ya que se va (no se especifica a dónde). Es ahí donde tenemos los refunfunños de José, sobre todo se ve que le toca la moral la vida en la okupa con el tema del agua... eso de tener que ir a por agua a la fuente en el siglo XXI no lo lleva nada bien. Marc, sin embargo, ese yerno que todos los progres quisiéramos para nuestras hijas (y si ellas le rechazan, para nosotros mismos), lo lleva bastante bien. Marc, y todo lo que le rodea, es un ejemplo de "montárselo bien". Ahora, el bueno de José, que ha sido rechazado, despedido del Sistema, le toca empezar.

Y así ocurre. Progresivamente, vemos una aceptación, por parte de José, de las ideas de grupo. Pero no sabría muy bien dónde colocar esta aceptación. Sí es cierto que, ya al final, se marca una intervención una especie de foro:

"Me da asco este mundo, pero lo digo con una sonrisa, para que nadie se piense que estoy amargado porque creo que la rabia y la alegría pueden estar juntas, no hace falta que estén separadas. Y la realidad sigue. Y yo me pregunto si algún día empezaremos a pensar cómo podemos agujerear la realidad, cómo podemos agujerearla".

Esta frase es el culmen descarado de un proceso irreal. Se dice que el roce hace el cariño, sí, pero, ¿de ahí a dónde? Eso es todo lo que tengo que decir, esa pregunta. ¿Es creíble?

Los paseos de Marc con José, y la relación que tiene el grupo con el taxista pirata, es de "espectación". Efectivamente, el obrerito este sabe cosas, tiene esa acento llano (no catalán), y esa forma de plantearlo todo muy pegadito a la vida porque no hay edición impresa de sus pensamientos, sus pensamientos están día sobre día, no negro sobre blanco. Y eso, a nosotros, los progres que tanto leemos, nos gusta. Y, sobre todo, nos gusta cuando José, el amigable hombre de la calle, nos termina dando la razón y es más, cuando le vamos puliendo a ser como nosotros, a entender nuestros lenguajes, nuestras abstracciones.

Dirá José al principio, cuando aún se revuelve un poco contra nosotros: "yo lo que quiero es recomponer mi vida". Y eso, para nosotros, no tiene valor ninguno. José está legitimando con esa frase los valores del Capital, el trabajo, la familia... Está asignándole valor, de nuevo, a aquello de lo que nos hemos deshecho. El Capital crea en nosotros unas espectativas de futuro: lo que hemos de ser, lo que no, etc., y cuando no las cumplimos, nos frustramos. José, ahora, es uno como nosotros: un tipo que, finalmente, no aspira ser nada en la vida. Lo dice literalmente: "un amigo mío decía: quiero vivir hasta que me muera, y si lo piensas, no es ninguna tontería. Entonces, eso es lo que quiero ahora. No el futuro, no me quiero labrar ningún futuro, además, a mi edad, el futuro ya está bastante claro. Pero el tiempo... quiero vivirlo, desde ya, desde ahora. No quiero labrarme un porvenir. Esa ha sido la trampa en la que he vivido hasta hace poco tiempo".

Hemos salvado a José. Aunque después esto se matice y se rebaje en los comentarios de Marc del final de la peli, cuando están ya los créditos, pero es estrictamente eso: le hemos rescatado. Pero ¿y nuestras preguntas? Sólo un cínico puede mirar a José como nosotros le miramos, creyendo que las contradicciones fundamentales, que el "estoy hecho un lío" es algo propio de él, de su forma de vida.

Yo defiendo que "El taxista ful" está hecha para reírse de un obrerete a costa de no mirar nuestras miserias que, esas, esas sí que son difíciles de transformar. Con José, podemos creérnoslo, quisiéramos creérnoslo. De ahí que sea, en mi fantasía, tan importante comprobar si son actores o no. Pero, en definitiva, ¿qué más da? Es una peli que sólo quiere mostrarnos la foto externa de un proceso de reeducación.

¿Había algo de verdad en las posiciones iniciales de José? Nunca lo sabremos, cuando nos soltaba sus verdades, Marc (que somos todos nosotros) a lo sumo que hace es sonreír y cambiar de tema, pero no afectado, sólo dándolo por imposible, por ahora. Por eso sostengo que existe una relación entre la forma en que Marc (nosotros, los progres, los antisistema, los alternativos) miramos a la clase obrera y cómo Charlie Bobbit miraba a su hermano Raymond.

"Rain man" (Barry Levinson, 1988) es la road movie de Charlie Bobbit, que descubre, al ser desheredado por su padre al morir, a su hermano autista, que estaba en una institución cuyo director tendría el fideicomiso de la herencia. Así de sencillo. Charlie, Tom Cruise, es un yupi que quiere la pasta, sí, pero a lo largo de la peli va descubriendo cómo su hermano Raymond, Dustin Hoffman (autista de los llamados inteligentes), tiene enormes posibilidades, es más, descubre que, en el pasado, estuvieron muy unidos. La película se llama "Rain man" porque Raymond cuidaba de Charlie cuando llovía, ya que no le gustaba salir de la casa.

Y lo mejor: para Charlie, se trataba de un amigo imaginario. Pensaba que él mismo había imaginado esto, así se había explicado a sí mismo sus recuerdos pasados, hasta que, descubriendo a Raymond, a través de una foto en la que están juntos de pequeños, cuadra la escena. Todo el proceso de Charlie es mucho más interesante que el de Marc, pues el mundo de yupi sí que está apunto de tambalearse, no como el de nuestro apolíneo héroe barcelonés, que no muestra más fisura que la que, irónicamente, muestra al final diciendo que se sienten ridículos pensando que han cambiado a José. Se sentirán ridículos, pero la cosa es que lo han hecho, en la peli lo han hecho.

Charlie Babbit = Marc Sempere = nosotros.

Raymond = José Rovira = la clase obrera.

Porque los obreros saben cosas, pero nos gusta vivir en la fantasía de que saben lo que nosotros decimos que saben. El sistema aliena, sí, pero nosotros somos la doble alienación.

En el que sí es un docu, cuya dirección del yutúv he pegado antes y en el que sale el propio José Rovira, pero esta vez haciendo de autónomo, no de taxista nocturno, dice que la clase obrera ya no existe. Yo creo que eso es lo que nos gustaría pensar. Porque, obviamente, los trabajadores existen, no hay más que verlos... pero sabemos que la clase obrera es más que eso. Tenemos el recuerdo lejano de alguien que nos hablaba de grandes verdades universales, que nos silbaba La Internacional, que nos hablaba de destruir la explotación. Ahora, como ya nadie lo hace, queremos creer que aquello fue un amigo imaginario. Decimos: la clase obrera no puede existir, porque si existiera, cogería nuestras banderas, sí, esas que tenemos apolillándose en el armario, porque en el fondo de nuestros güetthos (http://www.youtube.com/watch?v=QrTfYItDDwA) autogestionados en la teoría, de retirada en la práctica.

Recuperamos la frase del principio: no se puede cambiar el mundo y, desde ese convencimiento, a ver si nos da por hacer algo... Pues sí, chavales, así va el rollo... pero el problema, broders, es que no quisimos nunca cambiar el mundo, sino que quisimos hacer el mundo a nuestra manera y, como no se deja, como sólo se deja en los docus de mentirijilla, ya no nos lo creemos, ni del mundo, ni de nuestros círculos cerrados, que podemos cerrar más, pero nada. Entonces, efectivamente, una vez que nos convencemos de que no podemos torturar la realidad para forzarla y amoldarla a nuestros aprioris, pues sí, de ahí surgen las posibilidades... pero no de esconderse, sino, al contrario, de lidiar, de verdad, con nuestros amigos imaginarios.

¡Ay!, Dashiell, cómo nos gustan las historias facilonas.

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